Como bien dice la investigadora Elba Soto, la esencia del ser mapuche, su trascendencia como cultura, es la espiritualidad que de éstos emana. Es así como esto que denominamos cosmovisión mapuche tiene estrecha relación con la espiritualidad propia de los mapuches. Llegamos así a dar cuenta de la importancia central que los ritos poseen en esta cultura, los cuales nos permiten una comprensión muy acabada de esta cultura que convive y co-existe con la cultura winka en una misma nación, sin que por esto, pierda su particularidad y especificidad como una cultura diferente. Esta religiosidad, por lo anterior, ha sido fuertemente relacionada con la conformación de la identidad mapuche, ligando dicha identidad a los elementos de la vida y la naturaleza, componentes simbólicos presentes en la religiosidad de esta cultura (Dillehay, 1990, Soto, 2010). Estos símbolos sagrados permiten de alguna forma sintetizar la visión de mundo propia del mapuche; es así como la perspectiva religiosa trasciende lo meramente religioso para permitir el entendimiento de una cultura, la construcción de realidad propia de los mapuches (Geertz, 1989, Soto, 2010).
Para comprender la ritualidad mapuche, se hace necesario primero saber cómo esta cultura conceptualiza su religiosidad. Generalmente se tiende a comprender e interpretar esto desde la perspectiva de la religiosidad católica -winka- que predomina en Chile. Sin embargo, esa comprensión desde la comparación ha llevado a graves errores, como la asimilación del Ngunechen al Dios cristiano. Siendo que esta entidad mapuche que se encuentra en la cúspide de su religiosidad no tiene sexo definido (a diferencia del Dios cristiano, que es de sexo masculino), así como también la creencia de imposibilidad de que los mapuches tuviesen la noción de Dios antes de la llegada de los españoles a América. Otra equivocación recurrente en la interpretación de la religiosidad mapuche, es el considerarla politeísta dado que se le asignan a muchos elementos de la naturaleza un carácter sagrado. Sin embargo, y como afirma el teólogo Ramón Curivil, el hecho de otorgarle gran importancia simbólico-religiosa a los elementos de la naturaleza sólo da cuenta de la estrecha e integrada relación que la cultura mapuche tiene con ésta, considerándola viva, pero no en relación a la idea panteísta, sino que considerando que ciertos elementos de la naturaleza poseen acciones y efectos de vida (Curivil, 1995, Soto, 2010). “Lo religioso es la columna vertical de la cultura”
Otras nociones claves que hay que saber son las tres dimensiones en las que el mapuche comprende la realidad: El Wenumapu, tierra superior, fuente de origen de todo bien; el Naumapu, tierra natural, lugar donde luchan fuerzas del bien y fuerzas del mal; y el Munchemapu, tierra interior, fuente de origen de todo mal (Alcamán y Araya, 1993, Soto, 2010). Dichas dimensiones siguen una lógica circular, es por eso que se afirma que cuando muere un mapuche, su alma recorre la periferia de un círculo que apunta hacia el oeste (“más allá del mar”), para después ir aproximándose lo más posible a ese Ser Supremo que encarna el Ngunechen; este logro sería el propósito último de la existencia del ser mapuche.

Los ritos, al interior de esta cosmovisión mapuche fuertemente marcada por lo religioso, son vistos como una buena instancia para reunir y unificar al pueblo mapuche. En la actualidad, específicamente en el espacio urbano -lugar donde se concentra alrededor de un 70% de los mapuches que viven en Chile- y a pesar de que la mayoría de las políticas gubernamentales están enfocadas en incorporar a los mapuches a la cultura winka, desconociendo que tienen su propia cultura, es que nos preguntamos hasta qué punto los mapuches han logrado mantener y continuar con la práctica de los ritos y con esto, con la preservación de esa identidad propia del mapuche y que en su conjunto, configura la cultura mapuche. Puesto que, como afirma Ramón Curivil, “Lo religioso es la columna vertical de la cultura” (Curivil, 1995).